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lunes, enero 13, 2014

MEMORIAS DE LA AMADA MADRE MARIA


Memorias de la Amada Madre María Ahora, volviendo nuestra atención hacia aquellos primeros años, rememoremos esa dulce historia de una era lejana.
 
Todavía vive en Mi corazón corno si hubiera sido ayer, como también vive en muchos de los vuestros.
 
Muchos de los que están en este salón fueron parte de ese drama, de ese gozo y de ese dolor de cabeza; vivieron la desesperanza del Calvario y la gloria de la mañana de Resurrección.
 
En lo profundo de vuestros cuerpos etéricos vibran las memorias de un Ser Majestuoso, que caminó por Jerusa y dejó un ejemplo para toda la humanidad que aún, hasta el día de hoy, no ha sido superado.
 
Ahora se acerca su cumpleaños y es por Él que estamos preparando nuestros cuerpos físicos e internos, para darle el regalo de nuestros propios seres, así como le ofreciera Mi Ser antes de pasar por las puertas del nacimiento y encarnar físicamente.
 
Como les dije, cuando la Iniciación culminó, al cabo de tres horas al pie del Calvario, El Amado Juan y Yo descendimos juntos ese monte, dejando a los demás para que ejecutaran los últimos ritos en la preparación del cuerpo para el sepulcro.
 
Regresamos a Betania, a la bendita Betania donde Jesús, los discípulos y Yo habíamos disfrutado de los pocos momentos de privacidad que habíamos tenido durante Su ministerio.
 
Los jardines tenían un dulce aroma en esa Primavera; los pájaros cantaban armoniosamente y no existía la enorme presión, necesidad y exigencia del público.
 
Allí, en el silencio de aquel lugar, le pedí al Amado Juan que Me dejara sola, en la intimidad de mi cuarto, por dos noches y un día.
 
Me dio agua y frutas, y cerrando la puerta me sumergí de rodillas en la más profunda y sentida oración.
 
A lo largo de aquellas horas, en esa oración, le hice compañía al alma y espíritu del Amado Jesús, hasta que estuvimos seguros de que alcanzaría el logro de la Resurrección.
 
En Luxor, hacía algunos años, Jesús y Yo habíamos tomado la Iniciación de la suspensión de la respiración y de la así llamada separación de la vida del cuerpo.
 
Habíamos atravesado victoriosamente esa Iniciación. Sin embargo, como les dije, una cosa es lograr esa Iniciación en la protección de un Retiro donde la Llama de la Ascensión brilla con fuerza y esplendor, y los Maestros Cósmicos y la Jerarquía custodian el cuerpo...
 
Allí no existe el aliento del mal, sino el fuego vital de la vida y de la confianza.
 
Allí los doce Maestros que custodian el cuerpo durante ese período, han adquirido Ellos mismos la Iniciación y saben que la LEY ES LA LEY.
 
Ellos tienen la confianza, fe y convicción que surgen naturalmente cuando uno CONOCE la exactitud de la Ley a través del uso de la propia energía de vida.
 
Por cierto, es una cosa completamente diferente cumplir con semejante misión en medio de una multitud encarnecida, con la mente y la conciencia de la masa conteniendo todos los vicios de los Planos Astral y Psíquico, determinada a destruir la más grande manifestación del Cristo en esa Era.
 
Es también una cosa por completo diferente reanimar un cuerpo que ha sido dañado.
 
¡Por esto, Yo rezaba, rezaba y rezaba a lo largo de esas largas horas! Finalmente, fue como si me hubiera quedado dormida en mi vigilia. Entonces vino a mi mente la más magnificente y melodiosa voz de Gabriel, a Quien Yo conocía tan bien.
 
Pensé que estaba soñando de nuevo con esa primera “Visitación”.
 
Recordaría tantas veces esas palabras durante los primeros años en Egipto; los años de crecimiento de Jesús y los de oscuridad en Nazareth; esas palabras de Gabriel y esa confirmación de que Jesús era el Mesías volverían a mi mente una y otra vez.
 
Así, esa mañana, mientras aguardaba en Mi solitaria vigilia, volví a escuchar la voz de Gabriel:
 
“¡Ave María!, llena eres de gracia”. Ay, pensé, otra vez estoy trayendo a mi memoria las palabras de ese Bendito Ser.
 
Sin embargo, cambiaron las palabras y a continuación Él dijo:
“¡Amada, Tu Hijo ha resucitado! ¡Ha salido victorioso! ¡La tumba ha sido destruida! Él habita en Su cuerpo y Yo, el Anunciador, el Protector del “Concepto Inmaculado”, ¡vengo a traerte a Ti la primera noticia de la Victoria!”.
 
Entonces caí de rodillas, y lágrimas de gratitud corrieron por Mi rostro.
 
El cuarto estaba lleno de luz y fragancia de lirios.
 
La magnificente Presencia de Gabriel permanecía ante Mí, y cuando la brillante luz en el cuarto se hizo más suave, pude ver que allí estaba también Mi Hijo, ¡vestido con la misma túnica blanca que Yo le había tejido! En los grandes momentos, ustedes saben cómo las pequeñas cosas se magnifican; por ejemplo hoy en día, algo pequeño para ustedes podría ser el tic-tac de un reloj.
 
En ese momento, busqué con la mirada la puntada que Yo había hecho en el dobladillo de Su túnica y miré, como lo haría una Madre, la línea y el contorno de Su rostro.
 
Observé las cejas arqueadas delicadamente, los ojos hermosos y profundos, y Me dije a Mí misma:
 
“¡No! No es Mi deseo el que ha creado esta imagen; no es el resultado de Mi pensamiento esperanzado. Entonces, Jesús extendió Sus manos y me habló, diciéndome: “¡Madre, soy Yo!”.
 
Corrí hacia Él, pensando besar el borde de su túnica, pero Él me puso de pie.
 
Caminamos juntos hacia la ventana para ver el sol, el gran Símbolo de la Vida y la Luz, el cual habíamos adorado y amado como una manifestación externa de Dios, el Padre y la Santa Madre.
 
Jesús recalcó la belleza de la mañana, pero Mis ojos estaban tan mojados con lágrimas que apenas podía ver la luz del día.
 
Miré Sus manos y vi que todavía tenía los estigmas, las marcas de los clavos.
 
Le dije:
 
“Hijo, ¿por qué has dejado esta imperfección en tus manos al resucitar?”. “Madre”, dijo Jesús. “Por el bien de la autenticidad. No todos tienen el ojo crítico de una Madre para reconocerme por la línea de Mis mejillas, el largo de Mis manos o por la luz en Mis ojos. Aquellos que saben han dicho: ‘Conserva las marcas en Tus manos y pies hasta que veas a Tus discípulos y a aquellos que te aman’. No obstante, remediaremos esto a su debido tiempo”.
 
o dije:
 
“Gracias a Dios! Al menos las profundas marcas de las espinas en tu frente se han ido”.
 
Y Él sonrió. Luego, como había poco tiempo, Jesús dijo:
 
“Amada, debo continuar Mi camino e ir ahora a ver a los discípulos: a Marían, Marta y Magdalena; a Pedro, Santiago y Juan; ya que aún los aqueja el miedo, y la apariencia de muerte los ha sacudido hasta las raíces” Sin embargo, antes de irse Jesús Me preguntó: “Amada Madre, ¿deseas venir conmigo cuando entre en Mi gloria o te quedarás aún por un tiempo?”. “Hijo”, le respondí, “¿Cuál es Tu voluntad?”. Él dijo: “Madre, la magnetización de las grandes y poderosas Corrientes Cósmicas para la Dispensación Cristiana, sólo puede ser realizada por un ser inascendido.

Todavía hay mucho que Yo puedo hacer, y se Me ha ofrecido una Dispensación para que luego de Mi Ascensión pública pueda seguir viéndolos a Ti y a Juan durante treinta años, y así darles una instrucción que aún no ha sido escrita. ¿Podría contar Contigo para ese sacrificio?”.
 
 
“He aquí la esclava del Señor”, dije. “Amado, si fueran mil años, me quedaría deseosa y gozosa. Yo, que he vivido treinta y tres años para ver Tu victoria, ¿cómo podría negarte una oportunidad mayor a cambio de unos pocos años de exilio de Mi parte?”.
 
Él quedó complacido.
 
La Maestra Amada Madre Maria Video;
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